Toda Venezuela llamó Caracazo a la serie de protestas que se generaron en el país luego de las medidas económicas anunciadas en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, las protestas se originaron en Guarenas y se extendieron a las principales ciudades.
El nombre nos ubica en Caracas, pero la fotografía llega para mostrarnos cada rincón de un imaginario popular para ese entonces consternado y enardecido. En Carabobo, el ojo agudo de Andrés Galindo nos muestra parte de lo que fue El Caracazo desde Carabobo.
«El día 27 veíamos por RCTV las transmisiones de la gente saqueando los comercios, algo que no estábamos acostumbrados y me imaginé que al día siguiente iba a haber una reacción en cadena como efectivamente pasó. El día 28 salí temprano a llevar a mi esposa a la gobernación donde trabajaba y pronto comenzó la gente a dar carrera y a gritar, “saqueo, saqueo”. Inmediatamente en mi Volkswagen sin arranque inicié el recorrido con apoyo de las transmisiones "rápidas" de Radio América que informaba dónde habían los focos de disturbios», contó Galindo.
«Recuerdo que en el centro de Valencia a cada momento se escuchaba el estruendo de las Santa María, era al grito de “saqueo”. En la zona sur la situación era impresionante, las escenas de la gente destrozando los establecimientos comerciales. Había para todos, unos con los cargaban alimentos, otros licores, otros utensilios, hasta los motores de las neveras y otros las cajas registradoras. Los más fuertes cargaban hasta con media res en los hombros, realmente impresionante.
Luego salió la fuerza pública, policía, GN y el ejército, en ese orden. Hubo momentos que yo sentía que estaba en una película 3D porque yo no podía creer lo que estaba pasando en mi país, esas imágenes las había visto solamente en el cine», agregó.
La anécdota del Volkswagen sin motor de arranque es una de las que más recuerda, porque en cada sitio que se estacionaba el fotógrafo alguien le ayudaba a empujar el carro: los saqueadores, los policías o los soldados. Salió en compañía del periodista Franklin Pazo.
Luego el toque de queda, quedaban los soldados asustados «que si escuchaban una palmada soltaban una ráfaga de ametralladora».