“Yo levanté a mis hijos a punta de albañilería. Antes, cuando no había tanto problema, ser albañil era bueno porque uno tenía para comer y había de todo, ahora no”. Así comenzó su relato Edmundo Carrasquero, añorando, comparando y extrañando épocas no tan lejanas en el imaginario del venezolano y muy concretamente en la memoria de quién habita el barrio Rafael Urdaneta desde su fundación.
Armado con hacha, machete y una carretilla prestada, el hombre, conocido en la comunidad con el apodo de "San Benito" debido a su tes morena, emprende su faena diaria cuando el sol aún no despierta a los demás habitantes del barrio, ubicado al oeste de Maracaibo. Camina durante una hora para llegar hasta un lugar que define como “un bosque cerrado y peligroso”. Ahí selecciona y corta leña para luego traerla a la comunidad y cambiarla por alimento entre sus vecinos. Así se gana la vida.